Introducción: Nuestro camino en esta cuaresma sigue avanzando. Hoy vamos a fijarnos en un personaje que fue muy importante para la historia del pueblo de Israel. Se trata de Moisés, que fue alguien que Dios eligió para liberar a Israel de la esclavitud en Egipto. Dios le habló a Moisés a través de una zarza ardiendo, y le envió para que fuera al faraón de Egipto para que dejara marchar a los israelitas. Hoy, nuestro Dios también nos habla a cada uno de nosotros. Dios no dice que nos ama. Nos lo dice a través de nuestros padres, de nuestros amigos, de nuestros profesores y de nuestros compañeros del colegio. A Dios siempre lo tenemos cerca, y podemos llamarlo a través de la oración…
Lectura bíblica: (Éxodo 3, 18-13-15) En aquellos días, Moisés pastoreaba el rebaño de su suegro Jetró (…). El ángel del Señor se le apareció en una llamarada entre las zarzas (…). Viendo el Señor que Moisés se acercaba a mirar, lo llamó desde la zarza: “Moisés, Moisés”. Respondió él: “Aquí estoy”. Dijo Dios: “No te acerques; quítate las sandalias de los pies, pues el sitio que pisas es terreno sagrado”. Y añadió: “Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob” (…). He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído sus quejas contra los opresores, me he fijado en sus sufrimientos. Voy a bajar a librarlos de los egipcios, a sacarlos de esta tierra, para llevarlos a una tierra fértil y espaciosa, tierra que mana leche y miel”. Moisés replicó a Dios: “Mira, yo iré a los israelitas y les diré: “El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros” (…).
Relee tu historia y pon el corazón al 100%:
• Piensa en ti un momento, en tu familia, en aquellos que están a tu lado y te acompañan día a día. ¿Qué recuerdos tienes de momentos vividos con todos ellos?
• Todas las personas tenemos un lugar en el mundo, un lugar que va cambiando cuando vamos creciendo… ¿qué cosas te hacen sentir bien ahora que eres pequeño? ¿en qué cosas te gustaría ser ya mayor?
• Seguimos en esta Cuaresma haciendo más y mejor oración. ¿Has sido fiel a esa promesa de “hablar con Dios” diariamente?
Oración final: Señor, haznos sentir fraternidad, que sepamos vernos reconocidos en ti, como hijos y familia tuya. Que nuestra Iglesia se convierta en un centro de acogida para todos aquellos que te buscan con sincero corazón. Amén.
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