Siguiendo adelante con la sección «Testimonio Vivo». Contamos hoy con el testimonio-experiencia de Jairo, un chico que vive su pertenencia a la Parroquia desde muy niño y está siempre abierto a las actividades que la Diócesis propone desde la Delegación de Juventud. Pertenece a la Cofradía «El Prendimiento» y tiene muy claro que, esta Jornada Mundial de la Juventud de Cracovia, le ha marcado de lleno:
Hola a todos: Soy Jairo Peña, tengo 21 años y toda mi vida he estado vinculado a la Parroquia de San Martín de Porres. Ésta es mi segunda participación en una Jornada Mundial de la Juventud. Hace cinco años, estuve en la JMJ de Madrid, por aquél entonces, yo tenía 16 años y las diferencias respecto a ésta última son claramente notorias. Primero por la edad y segundo por el idioma. Ante cualquier problema era fácil encontrar la solución.
Desde el principio, tuve muy claro que tenía que estar allí, en Cracovia, junto al resto de jóvenes católicos del mundo. Decidí que era el momento de experimentar muchas cosas nuevas, ya como que nunca había hecho un viaje de este calibre por Europa, participando en una JMJ con la mayoría de edad.
Antes de embarcarnos en este viaje, sabíamos de ante mano la importancia del lugar donde iba a tener lugar dicho evento. Nada más y nada menos que en la tierra de San Juan Pablo II, conocido por ser el Papa de los Jóvenes, ya que fue el pionero de las Jornadas Mundiales de la Juventud. A raíz de esto, sabíamos que los polacos viven la fe católica con mucha intensidad y hacen las cosas con mucho sentido y rigor. Y así fue. Eso mismo nos encontramos, sobre todo en cada una de las familias de acogida. Las visitas a Berlín y a Praga nos valieron para meternos en harina y estar bien preparados para peregrinar junto con otros jóvenes, cuya meta eran Cracovia y el Papa Francisco.
Una vez que llegamos a Polonia, en Leszno, aprendimos la humildad de sus gentes, la hospitalidad y las ganas de acoger. Es de agradecer el ver cómo te tratan, como a uno de sus hijos. De Leszno me llevo muy buenas sensaciones, sobre todo cuando nos llevaron al circuito de motos y comentar la exhibición junto con la gente de allí. También me llevo buenos recuerdos del parque Cytadela de Poznan, del encuentro de españoles en el Santuario de Jasna Gora en Czestochowa e incluso de la visita a los campos de concentración de Auschwitz-Birkenau. De este último, me llevo aprendido una valiosa lección: cuando al hombre le falta Dios, éste se convierte en una máquina de hacer violencia y, como consecuencia, deja una herida difícil de cicatrizar. Como cristianos vivir desde el perdón aunque resulte muy doloroso.
Ya en Cracovia, apreciamos la magnitud a la que puede alcanzar una Jornada Mundial de la Juventud, porque para los creyentes es como haber escalado el Everest. Y entre la multitud de jóvenes y los mensajes que nos transmitió el Papa tanto en Blonia como en el Campo de la Misericordia, se me hizo más llevadero los esfuerzos y los empujones de última hora. Observé una sonrisa sincera en cada rostro que me encontré.
A partir de ahora llevaré la alegría de los creyentes; inundaré de fe y amor de Dios todos los lugares, incluso aquéllos donde más falta hace que llegue la Palabra de Dios.
Jairo Peña
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