Testimonio Vivo: Guillermo Díez, 21 años

Avanzamos en la sección «Testimonio Vivo». Guillermo quiere ser juez, pero quiere ser un cristiano que lleve a todos los ambientes la misericordia de Dios, lo que estos días ha recibido en Cracovia. Él, con su buen hacer y con su energía, participa en la Parroquia como su segundo «gran» hogar. Éste es su testimonio:

Hola a todos: soy Guillermo, tengo 21 años y como algunos (muchos) ya sabéis colaboró activamente en las diversas actividades que, esta Parroquia de San Martín de Porres, hace durante todo el año.

Es mi segunda Jornada Mundial de la Juventud la de Cracovia; ya que en 2011 estuve en la de Madrid y efectivamente fue muy diferente a la de este año por cuestiones de edad, idioma, dietas, etc…

Pero centrándome en la de Cracovia tengo que decir que antes de ir, los jóvenes de esta Parroquia, hicimos y leímos unos testimonios de porqué queríamos ir a la JMJ, y en cuanto a mi parte se refiere, uno de mis argumentos fue: “creo que no merece la pena quedarse pegado en la arena de la playa cuando hay un evento que va a reunir a millones de personas que piensan y creen lo mismo que yo”, y lo dije porque los últimos días de julio los aprovecho normalmente para ir a la playa con mis padres y mi hermano y también para ver a unos amigos que sólo vemos esos días en todo el año. Dicho esto, no me arrepiento pues ha sido una experiencia fascinante y ha fortalecido aun mas mi fe.

Me gustaría destacar unos momentos que fueron especiales para mí. Antes de ir a Polonia visitamos una ciudad al este de Alemania llamada Dresde, allí tuvimos la primera Eucaristía en la que se reunió gran parte de los jóvenes que fueron desde España. Fue especial la alegría y las ganas que tenían los jóvenes a la hora de participar en la ceremonia ya fuese en las canciones, en las respuestas o escuchando las palabras de ánimo que el obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño, Don Carlos Manuel Escribano, nos iba diciendo en la homilía. Alegría y ganas que se me contagiaron enseguida y que estoy seguro que contagié a las personas que estaban en ese momento a mi lado.

Una vez que llegamos a Polonia, empezamos a dormir en familias de acogida, y aunque con la primera familia no nos entendíamos para nada, eso no fue un problema a la hora de darnos todo lo que tenían para que estuviésemos cómodos; en esa familia aprendí lo que significa la humildad y la generosidad. Con la segunda familia pude compartir impresiones sobre mi país y el suyo, y gracias a ello aprendí un poco sobre la historia de Polonia, aprendí cómo es su cultura.

Otro momento a destacar fue la catequesis que tuvimos con el Cardenal Don Ricardo Blázquez, Arzobispo de Valladolid y Presidente de la Conferencia Episcopal Española, en Bochnia, y es que la catequesis iba sobre la Misericordia (tema principal de esta JMJ) y gracias a esta catequesis comprendí lo que es la misericordia y cómo se relaciona con otras ramas que afectan de primera mano a la sociedad como puede ser la justicia. Y aunque puede ser difícil la respuesta a esa pregunta, ahí queda demostrada la grandeza de la Misericordia. Ya lo dijo el Papa Francisco en Evangelii Gaudium 37, apelando a Santo Tomás: “Misericordia es la más grande de las virtudes”. Esto no se queda ahí, ya que San Juan Pablo II la considera “el más grande entre los atributos y perfecciones de Dios”.

También me gustaría destacar los pequeños momentos de distensión y de relajación en los que he podido interactuar con jóvenes de otros países y de otras culturas, en los que me hartado de cantar canciones o en los que simplemente he compartido impresiones con los compañeros y amigos que han ido a esta JMJ, como los momentos de oración o la vigilia en Campo Misericordia con más de un millón y medio de velas encendidas.

Finalmente me gustaría resaltar las palabras que el Papa dijo en el parque Blonia: «Es lindo, y me conforta el corazón verlos tan revoltosos, es estimulante escucharlos, compartir sus sueños, sus interrogantes y sus ganas de rebelarse contra todos aquellos que dicen que las cosas no pueden cambiar. Las cosas se pueden cambiar. ¿Verdad?». Es verdad que las cosas pueden cambiar. Ahora estoy convencido y gracias a eso, tengo más ganas de seguir estudiando, preparándome para el futuro, conseguir metas, ponerme retos y sobre todo decir lo que pienso y hacer lo que creo conveniente sin miedo.

Le doy gracias a Dios, a la Delegación de Juventud de esta Diócesis y a esta mi Parroquia por esta gran experiencia.

Paz y bien.

Guillermo Díez