En la tarde de hoy hemos recorrido los últimos pasos de Jesús hacia el monte Calvario. Lo hemos hecho rezando el Vía Crucis, pudiendo observar cada una de las estaciones que lo componen, haciéndonos preguntas como ¿por qué un hombre tan bueno pudo sufrir tanto? A pesar de las caídas, Jesús jamás se dio por vencido. Se levanta una y otra vez y nos da ejemplo de fidelidad y amor al Padre Dios.
El Vía Crucis es una devoción centrada en los misterios dolorosos de Cristo, que se meditan y contemplan caminando y deteniéndose en las estaciones que, del Pretorio al Calvario, representan los episodios más notables de la Pasión. El Vía Crucis consta de 14 estaciones, cada una de las cuales se fija en un paso o episodio de la Pasión del Señor. A veces se añade una decimoquinta, dedicada a la resurrección de Cristo.
Al acabar el rezo hemos cantado una canción preciosa: «Yo tengo un amigo que me ama: su nombre es Jesús», y hemos pasado a adorar la cruz. Un beso que representa el agradecimiento de aquel o aquella que ve en el crucificado al salvador que Dios ha enviado.
Debe estar conectado para enviar un comentario.