
Cada viernes del curso, a las diez de la mañana, suena el primer picaporte del portón: llegan ellas de sus casas, dejando otras cosas para servir a nuestra comunidad. Haga bueno o nieve, no fallan. Enseguida se ponen la bata de faena, levantan los reclinatorios, abren los confesonarios y se ponen a limpiar. Desde su hornacina, San Martín de Porres cuida de ellas y las protege.
Incluso si hiciera falta cambiar los manteles, o poner flores, o lavar las vestiduras para la celebración también lo hacen. No se les pone nada por medio. Podemos decir que son unas «todoterreno» en la iglesia… Y si hiciera falta celebrar algún acontecimiento, algún cumpleaños, pues también lo hacen, pero como dice Charo «después de haber hecho la labor».
Y esto es normal; para muchas, casi una vida entera siendo fieles a la cita. Sabemos que no las gusta el protagonismo, pero de vez en cuando hay que reconocer esta labor invisible y amorosa que hacen para que todos nos podamos sentir mejor al rezar, al celebrar, al entrar.
Ahora que se acerca la fiesta de San Martín de Porres, patrono de la Parroquia y su patrono, nos unimos a ellas, a sus familias y pedimos siga habiendo generosidad en el corazón de cada uno, para que con humildad y entrega podamos hacer grandes las pequeñas cosas de cada día.
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