Tras las navidades hemos regresado con energías renovadas. Reunirnos en el CENÁCULO es una experiencia única y muy positiva porque consiste en seguir haciendo un camino juntos. En esta ocasión pudimos ver cómo Jesús invitó a sus discípulos a utilizar los pies en el anuncio del evangelio.
Los pies hacen que cada persona pueda desplazarse y moverse de un sitio a otro; los pies son signo de dinamismo… Nos permiten ir al instituto y realizar cualquier actividad.
Muchas veces protegemos nuestros pies con calzado especial, porque los pies son una parte fuerte del cuerpo (soportan todo el peso) pero muy frágil a la vez (enseguida pueden verse dañados o heridos).
Moisés, al ver la zarza, que ardía sin consumirse, escucha estas palabras: «Descálzate, porque la tierra que pisas es sagrada»; es más, Jesús invita a sus amigos a descalzarse para el lavatorio de pies, o a sacudirse el polvo de los pies cuando sean rechazados en un lugar. Pero, aún así, los pies de Jesús, que habían recorrido muchos lugares, son centro de atención en la cruz (porque son clavados) y en la resurrección: «Mirad mis manos y mis pies; soy yo en persona».
El pasado viernes pudimos experimentar esta misma humildad de Jesús. Don Diego nos lavó los pies, nos los secó con una toalla, y nos los besó, y sentimos el gozo de experimentar que somos importantes para Dios, el cual nos invita a descalzarnos en su presencia.
Ser discípulo se ser amigo, ser querido, ser servido.
Debe estar conectado para enviar un comentario.