No creemos porque hayamos visto milagros, pero los milagros nos ayudan a creer.
Ayer, domingo de las Bodas de Caná, pudimos disfrutar de uno de los «signos» prodigiosos más bonitos de Jesús: donde vemos la intercesión maternal de María, la colaboración del hombre (que cumple con su misión de llenar las tinajas de agua) y la necesidad de la conversión en el vino de la alegría nuestras vidas adormecidas. Con Jesús siempre nace y renace la alegría. Con Jesús la vida es de un color diferente, porque la vemos con otros ojos.
Este domingo, además, hemos presentado a los chicos y chicas que recibirán el Sacramento de la Confirmación el próximo día 1 de febrero. Te damos con ellos y por ellos; que sean luz para iluminar los caminos del mundo.
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