Para Dios valemos «demasiado»

Ayer domingo, en el evangelio, Jesús hablaba de la felicidad y de la infelicidad; dos conceptos antagónicos pero muy cercanos, porque podemos pasar del uno al otro sin darnos cuenta.

En la Eucaristía pudimos darnos cuenta que, para Dios, no tenemos precio: tenemos un gran valor. A través de una pequeña dinámica «El precio justo», Don Diego nos animó a calcular, a poner precio a ciertos objetos que podemos encontrar en el mercado. Todos se pasaban; les valoramos más de lo que cuestan.

En el evangelio de Lucas, Jesús nos hablaba de una recompensa: el cielo. Una recompensa para aquellos que ponen su confianza en Él.

¿Qué es más valioso, una joya preciosa o una flor hecha con las manos de un niño para su madre? El valor no está en lo de fuera, sino en el interior…