No hay luz sin energía

«Enciende una luz, déjala brillar. La luz de Jesús que brille en todo lugar.No la puedes esconder, no te puedes callar ante tal necesidad, enciende una luz en la oscuridad». La luz nos permite distinguir las cosas y las personas. Muchas cosas que iluminan, dependiendo cómo se utilicen, pueden orientar o distorsionar.

En el CENÁCULO del pasado viernes 22 de febrero, contemplamos al mismo Jesús que se autodefine en el evangelio como «luz del mundo». A través de unas pequeñas linternas pudimos observar que sin una energía, sin unas baterías… la linterna no cumple su misión. También nosotros, sin esa fuerza y energía tan especiales, no podemos dar luz.

Pudimos sacar el compromiso de iluminar un ámbito de la vida en el que nos movemos (escuela, familia, amigos…) Reunirnos en torno a Jesús nos ayuda a cargar las pilas de nuestro seguimiento del Reino.

Tras la cena, en adoración, hicimos una procesión acompañando con nuestras luces encendidas a Cristo en la Eucaristía. En este momento pudimos sentir de nuevo el paso de Dios por nuestras vidas.

Nuestro mundo necesita luces de esperanza, de caridad, de fe. ¡Contad con nosotros!