Jesús siempre nos une, más allá de los obstáculos

A veces como un reto, pero siempre con mucho cariño, queremos acercarnos a los hogares en este tiempo de confinamiento marcado. Es difícil celebrar la fe en la distancia, pero es bonito hacerlo en el seno del hogar.

De hecho, el domingo pasado (cuarto de cuaresma), muchas familias nos dejaron entrar en su casa. Es precioso sentirse acogido desde dentro. Aquel día escuchamos, en el evangelio, el relato del ciego de nacimiento: un hombre que había vivido siempre en la oscuridad hasta que Jesús se fijó en él y le dio la visión. Jesús es la luz. Por eso en casa encendimos una luz; la luz de Jesús que brilla en todo lugar y no se puede esconder.

Estos días de ceguera espiritual y social, de rabia interior e impotencia, seguimos pidiendo la luz que viene de lo alto. Dios no mira las apariencias, sino el corazón. Lo mejor de todo es que Dios no nos deja nunca solos y, aunque nos cuestionemos el porqué, encontraremos una respuesta de sentido desde la fe vivida y celebrada.

Como veis, una misa de familias muy especial. Una auténtica armonía entre los miembros de un misma familia.

¡Ánimo! ¡Ya queda menos! Quedaos en casa que nosotros nos acercaremos. 

Durante esta semana nos han ido llegando las últimas fotos de las cadenas que se han hecho en las casas. Nuestros niños han hecho la tarea y, seguramente, les va a hacer recordar que Dios es fiel y que nos ha regalado a Jesús, su Hijo, el que nos promete esa alianza nueva y eterna. ¡Gracias chicos!