El pasado sábado inauguramos, en nuestra Diócesis, el Año Jubilar con motivo del VIII Centenario de la Catedral de Burgos. En nuestra parroquia no quisimos ser indiferentes de este gran evento diocesano y por eso, en la misa de las familias, recibimos la visita del obispo don Mauricio y del rey San Fernando promotores de nuestra Catedral de Burgos en el año 1221.
Celebrar el Año Jubilar, no es solamente recordar una fecha histórica, sino que es celebrar el amor de Dios a una porción de su pueblo, concretada en una iglesia particular.
A los pies del altar que hicimos simbolizar en forma de luz estos ocho siglos de historia de salvación de Dios en medio de este pueblo, a través de unos cirios encendidos.
Sin duda, una celebración simbólica, muy representativa, de la Iglesia Diocesana de la que formamos parte. Una Iglesia de puertas abiertas, que vive la fe en medio de una sociedad que sufre a la que hay que cuidar y sanar.
Así es la Iglesia de Jesús: hace lo que tiene que hacer y está donde tiene que estar. Esa es su misión y su tarea más sublime.
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