Que su llamada nunca sea «una llamada perdida»

Hay muchas veces que la voz de Jesús pasa desapercibida. Pero, en ocasiones, su voz es incisiva y penetrante, directa y transformadora. Esto es precisamente lo que Santiago y Juan, y la otra pareja de hermanos Simón y Andrés, experimentaron aquel día a la orilla del mar… la llamada que les cambió por completo: «venid conmigo».
Este domingo pasado, 24 de enero, lo pudimos vivir en la Eucaristía. La Palabra de Dios ha vuelto a resonar con toda la potencia en nuestro templo y nos ha invitado a dar un paso hacia delante. Responder al Señor no es fácil. Don Diego nos invitó a que la llamada de Dios nunca sea una «llamada perdida», a que contestemos siempre, sin titubeos ni rodeos.
«¿A quién vamos a acudir? Solo tú, Señor, tienes palabras de vida eterna.»