Avanzando en el tiempo nos hemos situado en el ecuador de la Cuaresma. El pasado domingo ya era el cuarto; nos metemos de lleno en la recta final de este tiempo de gracia.
Comenzamos la Eucaristía con la luces apagadas, en tinieblas, a oscuras. Tras repetir «Jesús, queremos que seas nuestra luz», las luces se encendieron. Y es que Nicodemo era el hombre de las tinieblas, que se escondía en la noche para que no le viesen ir a encontrarse con Jesús. Pero hay un momento, en que Nicodemo ya no tiene miedo: será el viernes santo, cuando a plena luz del día, vaya a recoger el cuerpo. ¿Qué ha pasado? ¿Qué fue lo que le hizo cambiar a Nicodemo? La experiencia de la muerte de Jesús.
Nuestros niños lo entendieron genial. Como si se tratara del monte mantuvieron un diálogo fecundo y provechoso con don Diego. Luego comunicaron la luz a todos los presentes deslumbrándoles con la luz de sus linternas.
La luz brilla. ¡Descubrámosla!
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