El corazón de la comunidad naciente no tuvo ningún reproche hacia Tomás; no le echó en cara su incredulidad ni su falta de fe… Solo se mostró acogedora y con los brazos abiertos para recibir al que no estaba entre ellos, cuando Jesús se apareció después de resucitar.
El corazón de Jesús es misericordioso, siempre da oportunidades… Jesús le muestra a Tomás las cicatrices de su amor, para que sea consciente de ese amor que deja huella y que llega a todos.
Una vez más, en la Eucaristía, nos hemos sentido congregados. Hemos sido capaces de hacer latir el corazón y que palpite como el de Jesús. ¡Esa es la clave! Que nuestro corazón palpite como el del Señor.
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