No es más feliz quién más tiene, sino quién menos necesita. Si tenemos a Dios nada nos puede faltar. El camino de la felicidad pasa siempre por ser un camino de confianza: «Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor». Y confiar es algo muy hermoso.
Jesús, cuando explica a sus discípulos las bienaventuranzas, les enseña los diversos caminos para la felicidad. Sabe que el Reino ha de comenzar por uno mismo.
Don Diego nos dio una consigna muy precisa: «usa las manos para recordar ese camino». El pulgar, qué es el dedo más cercano a nosotros, nos indica nuestro yo: que tenemos que empezar por nosotros. El índice señala a los demás, a los que tenemos al lado. El dedo corazón es el más alto de la mano que indica que Dios, que está en las alturas, nos indica el camino. El dedo anular es el dedo del compromiso; los pequeños o grandes compromisos nos ayudarán a caminar hacia la felicidad. Y, finalmente, el meñique: cuida lo pequeño, los gestos simples y sencillos.
¡Manos Unidas para que otros descubran este camino!





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