Domingo a domingo seguimos manifestando la alegría del Señor resucitado, abriendo el corazón a la Palabra de Dios, dejando que nos alimente y transforme.
El Espíritu es la «promesa» del Padre. Cristo lo entrega a sus discípulos para que puedan seguir comunicando a los demás la buena noticia. Cristo lo entrega para crear la fraternidad entre los primero seguidores.
El desaliento, la angustia, la soledad se transforman por la compañía del Espiritu; hace que no nos demos por vencidos, hace que las cosas cambien, que no tiremos la toalla y que miremos e mundo con optimismo y acierto.
«Estad preparados para dar razón de vuestra fe y de vuestra esperanza ante quien os la pida». ¡Seguimos siendo comunidad de vida y amor!









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