Y cuarenta días después de la Pascua hemos celebrado la solemnidad de la Ascensión del Señor. «El mismo Señor al que habéis visto marcharse volverá de nuevo al fin de los tiempos, lleno de gloria»…
Esto es lo que hemos trabajado en este domingo: esa fuerza misteriosa del espíritu de sabiduría y conocimiento que dio valentía a los apóstoles para ser testigos de la resurrección. Era el momento de exprimir por dentro todo el jugo, todo ese bagaje de la experiencia con el resucitado, y que llevaba a poner en valor lo adquirido junto al Maestro.
¡Sacar de dentro lo mejor, para que lo de fuera se transforme por completo!
















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